jueves, 7 de enero de 2010

Elogio de la mesura (18)




NARCISO Y ECO

Tiresias, a quienes los dioses le habían cocedido el poder de conocer el porvenir, fue consultado por Liríope sobre si su hijo Narciso llegaría a ver los largos días de una vejez avanzada. "Si no llega a conocerse", respondió el profético adivino. Durante años el oráculo pareció vano, pero lo comprobaron el desenlace de los acontecimientos, el tipo de muerte y la inaudita locura. En efecto, cumplidos dieciseis años podía parecer lo mismo un niño que un joven y muchos jóvenes y muchachas lo desearon, pero- tan dura soberbia había en aquella tierna belleza- que nadie le tocó en el corazón.

Juno había castigado a la ninfa Eco así: "Puesto que me has engañado con la lengua, se te reducirá la facultad de hablar y abreviará al máximo el uso de la voz" Y con hechos confirma sus amenazas; repite el final de las frases y devuelve las palabras que ha oído.

Eco luego que vió a Narciso vagando por apartados lugares se enamoró de él, sigue sus pasos a escondidas, y cuanto más le sigue, más cerca está la llama en que se abrasa.
Sucedió que el muchacho, alejado del grupo de sus compañeros, había gritado:"¿Quién hay?" y "hay" había respondido Eco. Engañado por la ilusión de una voz que contesta
exclama:"Aquí reunámonos", y Eco que jamás respondería con más gusto a ningún otro sonido, "reunámonos" repitió saliendo de la espesura.Y mientras se encaminaba a echar sus brazos al cuello anhelado, Narciso huye :"Antes morir que puedas tú tenerme" Desdeñada, se esconde en la espesura y vive en cuevas solitarias.Aún así pervive su amor y hasta crece con el dolor del rechazo; el insomnio y la pena adelgazan el cuerpo de la desdichada. Sólo su voz y sus huesos quedan adoptando la forma de una roca. Un sonido es lo que sobrevive de ella.

Como a Eco, a otras ninfas y muchachos había burlado...Uno de los despreciados, levantando las manos al cielo, "Así ame él; así no consiga al objeto de sus deseos", dijo, y asintió la RAMNUSIA (Némesis) a la justa súplica.

Tra un día de caza y fatigado se tumba Narciso junto a una fuente de claras y plateadas aguas y mientras ansía calmar la sed, y mientras bebe , nació otra sed.
Cautivado por el reflejo de la belleza que está viendo, ama una esperanza sin cuerpo; cree que es cuerpo lo que es agua. Se extasía ante sí mismo y sin mudar el semblante permanece rígido como una estatua tallada en mármol de Paros.
No sabe qué es lo que ve, pero lo que ve le quema y la misma ilusión que engaña sus ojos lo excita...Me gusta y lo veo; pero lo que veo y me gusta no consigo encontrarlo: ¡Tan gran confusión encierra mi amor!...¡Ese soy yo! Mi reflejo no me engaña más. Ardo en amores de mí mismo, yo provoco la llamas que sufro. Lo que amo está en mí y consumido por el amor, va siendo devorado poco a poco por aquel oculto fuego.
Cuando Eco lo vio, aunque irritada y resentida,se compadeció y cuantas veces el muchacho decía ¡ay! ella repetía con sus voces resonadoras ¡ay! Sus últimas palabras al contemplarse una vez más en las aguas fueron estas:"¡Ay, muchacho amado en vano!". Dejó caer la cabeza sobre la verde hierba. Le lloraron sus hermanas las Náyades y las Dríadas y a sus llantos responde Eco. Y ya preparaban la pira, el blandir de antorchas y las andas; pero el cuerpo no aparecía; en vez de su cuerpo encuentran una flor amarilla con pétalos blancos
alrededor de su cáliz.

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