domingo, 22 de junio de 2014

ELOGIO DE LA MESURA ( 102)

 
El tesoro de Atapuerca
 
   Pocas áreas  científicas resultan  tan estimulantes para la imaginación como las relativas a los orígenes, y entre ellas ninguna nos afecta  tan de cerca como la evolución humana. Cuesta creer que hace solo un  siglo y medio, cuando Darwin  publicó su teoría de la evolución en "El origen de las especies", la mera idea de que los humanos actuales procedieran  de los monos era una herejía, literalmente, y que las evidencias  fósiles  de formas intermedias tardarían  aún muchos años en descubrirse y aceptarse. Si Darwin  y los demás científicos de la época hubieran podido conocer los yacimientos  de Atapuerca, todas esas dudas habrían quedado despejadas de inmediato.
 
   Con los últimos descubrimientos presentados esta semana, la "Sima de los huesos"  en Atapuerca  se confirma  como el mayor tesoro paleoantropológico del mundo. En una disciplina donde no es infrecuente que los investigadores tengan que deducir sus conclusiones a partir  de un par de falanges de la mano o un fragmento de mandíbula, disponer de 17 cráneos humanos en buen estado de conservación, pese  a su casi medio millón de años de antigüedad va más allá del sueño más  osado de cualquier paleontólogo. Pero eso es lo que Juan Luis Arsuaga y sus colegas de medio mundo han atesorado en la "Sima". Con ese material han puesto el foco sobre ese período crítico de la evolución humana con una precisión sin precedentes.
 
   Los cráneos, de unos 430.000 años  muestran una cara  y unos dientes que los sitúan claramente en el linaje neandertal, aunque una forma general más arcaica. Los neandertales propiamente dichos tardarían aún cientos de miles de años en aparecer, por lo que los científicos piensan que los humanos de la "Sima de los huesos" tenían relación con sus ancestros, aun cuando no lo fueran directamente; creen  por tanto  que la Sima ilumina los inicios de la evolución neandertal, y que éste no fue un proceso uniforme y continuo, sino un ejemplo de la llamada evolución en mosaico, con distintos rasgos apareciendo en distintos tiempos. Y con varias especies humanas coexistiendo en el mismo espacio.
 
   Atapuerca ha multiplicado el conocimiento sobre la evolución humana, y todavía no ha dicho su última palabra: la investigación sigue.
  "El País" 22 de junio de 2014
 
  

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