lunes, 30 de septiembre de 2013

ELOGIO DE LA MESURA (83)



   Sombras  en la Mezquita  de Córdoba

             UN PARADIGMA   EN   PELIGRO

   La Mezquita de Córdoba no es un palimpsesto de culturas y religiones, como pretende  hacernos creer la jerarquía católica que la posee  y explota turísticamente.  No se trata  de una mera superposición de capas arqueológicas que se aplastan y ocultan unas a otras, quedando visible y victoriosa solo la última. Todo lo  contrario. La Mezquita de Córdoba es un crisol arquitectónico  y artístico que desnuda  toda la riqueza  espiritual de Andalucía y el ser humano. Por eso es Patrimonio de la Humanidad y nos pertenece a todos. Un templo inmemorial que aún  no ha perdido la memoria, pero  que podría perderla si se sigue tolerando la apropiación  jurídica, económica y simbólica que está llevando a cabo la jerarquía  católica, especialmente a partir de su inscripción en el Registro de la Propiedad en 2006.

   Tomando por cierto lo evidente, en la Mezquita de Córdoba  se observan nudos de Salomón como en una sinagoga y columnas  entorchadas que el pueblo araña con monedas  temiendo oler al diablo; mosaicos decorados al modo de los templos romanos y con idéntica orientación; un bosque sincrético de columnas  béticas, visigodas, bizantinas y andalusíes, que abrazan al Mihrab o señalan  donde estuvo en otro tiempo; cimacios en el corazón de la Mezquita primitiva con las imágenes intactas  de los apóstoles o la Virgen María  ; el postigo  de entrada original con motivos vegetales al estilo bizantino, de construcción  previa a la presunta conquista àrabe; acueductos con arcos de herradura que, como decía Lorca, ya conocían los arquitectos hispanos-andaluces  y que mejoraron con las técnicas orientales para crear la identidad más reconocible  y auténtica del monumento; tumbas  de nobles y canónicos a ras de suelo como enterramientos musulmanes; una Capilla Real con  mocárabes y azulejos mudéjares, a semejanza del sepulcro  de la mismísima Isabel de Castilla  en la Alhambra; una zarzuela de cristos y vírgenes; dos catedrales  católicas; y el Mihrab  de la Mezquita más grande  y bella de Occidente. Todo eso y mucho más convierten la mezquita  de Córdoba en un paradigma universal del respeto a la diferencia. En un faro tan luminoso que ciega a quien lo tiene más cerca.

   Tomando por cierto lo evidente, el velo invisible de la consagración  al culto católico no puede ocultar la caleidoscópica inmensidad de su pasado. Sin embargo,  el cabildo cordobés utilizó este argumento y una reforma  inconstitucional perpetrada por Aznar para inscribirla a su nombre en el Registro. La llamaron santa Iglesia Catedral de Córdoba.Y desde entonces cometen  esta metonimia hasta en las entradas  que cobran y no declaran en concepto de donativos. Ni el Papa se atrevió a cambiar el nombre al Panteón en Roma, ni el Sultán  el de Santa Sofía en Estambul. Si  toda la Mezquita fuera Catedral pasaría a ser el templo más grande de la cristiandad, superando a la Basílica de San Pedro en el  Vaticano. El Obispo de Córdoba estaría sentado en una sede mayor  que la del Papa. Algo inadmisible hasta para el catolicismo más integrista. Mezquita es su denominación  popular y mundialmente  conocida. Mezquita-Catedral, la más ecuménica. En  ningún caso, solo Catedral. La parte  no puede denominar al todo, ni justificar la apropiación  ilegítima de un bien pública. Su inmatriculación es nula  de pleno derecho debido a la inconstitucionalidad de las normas en las que se ampara  ( la Iglesia Católica no es una administración), la carencia de un título material para su adquisición ( consagrar no es un modo reconocido en nuestro derecho), y la imposibidad legal de usucapir bienes públicos. En consecuencia, no se le puede  exigir a la Iglesia Católica el IBI por ella, ya que nadie paga por lo que no es suyo.
   Tomando por cierto lo evidente, más allá de su destino espiritual, el uso más importante del monumento es el turístico. Dado que el Cabildo lo explota en régimen de monopolio, en un ejercicio abusivo y casi policial, como mínimo debería dar cuenta del dinero que recauda por las entradas. Carece de sentido que exijamos  transparencia económica a la corona, partidos, sindicatos o instituciones públicas y no hagamos lo propio con la jerarquía católica que también recibe dinero de las administraciones  públicas,  o ingentes  cantidades   de los particulares como donativos que podríamos  desgravar en nuestro IRPF.  Si el año pasado  se calcula  que ganó unos 11 millones de euros con las entradas a la Mezquita, tendría  que haber ingresado a las arcas públicas cerca de  tres millones en concepto  de impuestos. Imprescindibles  para salvar de la exclusión a miles de familias. Y no por caridad cristiana, sino  por justicia social.

   La titularidad  y la gestión de la Mezquita de Córdoba deben ser públicas. Cuando la UNESCO revise en 2014 su calificación como Patrimonio de la Humanidad, tiene que conocer al detalle este proceso de apropiación  ilegítima por la jerarquía católica, que supera el esperpento cuando la llama en los folletos "intervención islámica de la Catedral". La Mezquita  de Córdoba no solo es una Catedral  y toda  es mucho más que una Mezquita. Tomando  por cierto  lo evidente, un paradigma en peligro.

(A.M. Rodríguez Ramos. El País. 5 de septiembre de 2013)



   

   

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