domingo, 5 de mayo de 2013

Elogio de la mesura (76)



                         VERSOS   MESURADOS



 Eloy Sánchez Rosillo lleva largos años expresando en sucesivos libros de poemas, con altura literaria y aparente sencillez, la personal verdad de un hombre de nuestro tiempo. Nada del otro mundo, en el auténtico sentido de la palabra, sino de este donde de momento estamos los que estamos, mañana ya veremos.

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 Su poesía reúne piezas derivadas de un pensamiento troncal. De ahí la palpable trabazón y coherencia  de todas ellas, frente  a otros poetas partidarios de los poemas sueltos, lo cual también es legítimo. Los de Sánchez Rosillo conforman libro a libro una visión general, estoica,  de esta peripecia  nuestra en el tiempo, no siempre fácil y tantas veces dolorosa, que llamamos vida. Se aprecia en él  un fondo de pesimismo velado  con elegante discreción....prefiere renunciar  a los tonos elegíacos...Podría incluso suceder  que preserve mejor  la lucidez y nos procure  mayor consuelo quien afronta desde la poesía, con temple sosegado, nuestra condición perecedera.


  El poeta ennoblece la vida desprovista de trascendencia  por la senda  de celebrar los dones  en ella contenidos: tantas   cosas hermosas y entrañables, los buenos momentos cotidianos, las formas y colores de la naturaleza cuyo disfrute inteligente requiere una sensibilidad atenta...

  Una particularidad certifica en su poesía su firme vocación de hondura. Consiste  en el convencimiento de que para captar  lo verdaderamente valioso de la suma finita  de días y noches, de infortunios y felicidades, que define la esencial fragilidad  de todo el que ha nacido, el hombre ha de granjearse  con su esfuerzo una dimensión  interior que el poeta llama alma y que es una especie de ámbito  de la intimidad donde el mundo, al repercutir, suscita ese fenómeno de difícil, acaso imposible, definición que llamamos poesía.


Quien dice alma, dice el desarrollo  por vía de la cultura y del perfeccionamiento moral de la sensibilidad que enseña a los hombres la ternura por las pequeñas cosas, por los animales y las plantas; que los dota  de bondad y compasión y les permite percibir y por tanto disfrutar las maravillas con que a veces  nos obsequia la realidad, sin que todos estemos en condiciones de reconocerlas. 

  Expresa en un bello poema su gratitud por la existencia de una tarde luminosa de septiembre y, agradecido, afirma que no la podrá pagar, aún menos con palabras. Similar a esa tarde son para nosotros sus poemas. Lo agradecemos, qué remedio, con lo único que tenemos, las palabras.
Extracto del artículo de  Fernando Aramburu. "Sin tonos elegíacos" publicado en el diario "El País" del 4 de Mayo de 2013

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