domingo, 12 de junio de 2011

ELOGIO DE LA MESURA (35)

















MITO Y MODERNIDAD ( II )





De Hans Blumenberg se conocen muchas cosas, pero sobre él mismo se sabe más bien poco. Autor de tantos libros, ingeniosos y profundos, prefiere esconderse , mantenerse a cubierto. Su enrevesada forma de pensar y escribir dificultan su acceso a más de un lector. Una serie de metáforas parecen apropiadas para caracterizarlo a él y a sus escritos: la caverna, el bosque en el que se extravía el caminante; el espíritu, que no solo sopla sino que también hurga y la verdad en su desnudez manifiesta. En "Salidas de la caverna" Blumenberg caracteriza al hombre como un ser visible que escapa a la realidad refugiándose en la invisiblidad de la caverna. Pero lo que hace sin cansar es arrojar la inquietante pregunta de si los hombres están, en absoluto, en condiciones de soportar la verdad -sea de la naturaleza que fuere- si se les ofrece no desfigurada, sin revestimientos ilusorios.


En "La legitimidad de la Edad Moderna" se puede acotar con toda claridad el camino seguido después por Blumenberg : su tesis sobre la falta de fundamento, de valor y de sentido de la realidad fáctica, así como de su desconsideración y prepotencia y de la tesis sobre la necesidad de los esfuerzos y desvelos humanos para domesticar y distanciarse de esa realidad.

En "La génesis del universo copernicano" nos presenta la moderna ciencia natural como una extraña Jano bifronte: por un lado, es un instrumento con cuya ayuda nos enseñoreamos de la naturaleza adversa y omnímoda; por otro, ella es practicamente la
única capaz de desenmascarar la naturaleza como despiadada, prepotente e indomable.

Pues el saber moderno nos causa cada vez más desilusiones. En la medida en que descubre que nuestras ansias de encontrarle un sentido al universo y de gozar de una posición privilegiada en él son por igual irrealizables e ilusorias, lleva la impronta del desengaño. Este desengaño es interpretado en los tiempos modernos bajo fórmulas tales como "desencantamiento del mundo" y "humillación del hombre por la ciencia".

Se ha hecho costumbre caracterizar como una humillación copernicana casi todo descubrimiento científico que pone ante los ojos del hombre su radical contingencia, irrelevancia y futilidad.

Blumenberg pregunta a este respecto. " ¿Qué pasa en esta nueva época con la posición del hombre en el cosmos?". Su lacónica respuesta reza " El hombre no es el destinatario del gran montaje cósmico". El hombre se resiste a aceptar su humillación cósmica y al hacerlo retrocede una y otra vez a concepciones precopernicanas.

Blumenberg habla en relación a un universo de esta índole del "absolutismo de la realidad" que es un problema al que ha de hacer frente continuamente toda la humanidad en general, y al que hacen referencia todos los relatos míticos, doctrinas religiosas, rituales cúlticos, sistemas metafísicos y, en parte, también las construcciones científicas. Todos ellos pueden ser explicados como intentos de romper el absolutismo de la realidad.

Nuestra época marca el fin provisional de los modelos interpretativos de grandes dimensiones, cuya desaparición se ha convertido en su signo característico. Las DESMESURADAS exigencias de sentido planteadas frente al cosmos son rechazadas por éste.

Que en el decurso de la historia del pensamiento occidental hayamos perdido la carga exagerada de sentido parece herir nuestra exigencia del mismo, pero entonces se plantea la pregunta de si una tal exigencia está justificada y si nuestra necesidad de sentido es realmente congénita.

En el escrito "Tiempo vital y tiempo cósmico" su pensamiento adquiere su perfil más radical. Igual que el ensanchamiento postcopernicano del universo ha hecho visibles la puntualidad de la tierra y la inanidad del hombre, de la misma manera, la dilatación del tiempo cósmico, impuesta por los resultados de la investigación científica, transforma la tierra en un episodio pasajero y al hombre en un nada efímero. "El desamparo del hombre en el tiempo" se convierte en la expresión de una pérdida terrible y general de sentido.



Lo que debemos aceptar es, por un lado, la mortalidad y la nulidad cósmica de toda persona y, por otro, la sinrazón y la indiferencia del universo frente a nuestras preguntas, esperanzas y angustias. Lo que se trata de conseguir es la capacidad y la disposición para conformarse con la propia finitud y la del universo tal como es. Por ello debemos relativizar nuestra propia vida y a reducir nuestras EXAGERADAS pretensiones de sentido. Pues contra la decepción solo puede mostrarse resistente e inmune quien es capaz de mantener sus expectativas a fuego reducido.

Que la realidad no satisface nuestras exageradas expectativas alimentadas por mitos, religiones y metafísicas, no se puede utilizar como argumento en su contra. Al contrario, al hombre hay que exigirle que renonozca "lo descomedido de las exigencias que le plantea el mundo" y que adecúe sus deseos a la realidad. Se trata de un proceso de resignación, que no tiene aquí el significado de desesperarse, sino más bien de ir haciéndose poco a poco el ánimo , de creciente disposición a una renuncia . Cuando ocurre esto es porque uno ha aprendido a "aceptar finalmente lo que se espera de él", como dice Blumenberg en línea con Lucrecio el epicúreo.

En uno de los escritos "menores" de Blumenberg, "La inquietud que atraviesa el río" se dice: el principio de la entropía es el que verdaderamentepuso fin a todas las ilusiones sobre el futuro de la especie humana y de sus obras....un día desaparecerán las condiciones que hacen posible la vida en la tierra e incluso en el universo entero, y todo se convertiría en una masa inerte...no quedará probablemente más que un campo magnético en proceso de expansión hacia el punto cero.

Blumengerg es un ilustrado sin ilusiones con una aceptación serena de la pérdida. En su sentimiento por esta pèrdida no hay nada de lamentación desesperada y plañidera, ni de despecho indignado o de ira agresiva

De cualquier modo, queda en el aire la pregunta prácticamente inevitable de si no ocurrirá que nuestra ingente necesidad de sentido es, a la postre, inextirpable. Si alguna vez se llega a una MODERACIÓN sustancial de la EXAGERADA demanda de sentido, será probablemente por una vía a la que nosotros mismos no tenemos acceso. Es el precio que hemos de pagar por vivir en el presente y no en el pasado.


Franz Josef Wetz: "HANS BLUMENBERG" La modernidad y sus metáforas. Edicions Alfons el Magnànim. Valencia, 1996

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