viernes, 22 de mayo de 2009





ELOGIO DE LA MESURA (11)


Escena Primera.

En el santuario de Apolo en Delfos, el romano Apio oye las palabras de la sacerdotisa: “Escapas, romano, a las enormes amenazas de las guerras, a salvo de un peligro tan grande, y tú sólo disfrutarás la paz en una vasta aguada de la costa de Eubea”
Pero la proximidad de tu muerte no te asusta, Apio, engañado por un oráculo ambiguo.¡Ay, insensato! Que no sientas ninguno de los fragores de la guerra y que te veas libre de las catástrofes del mundo ¿cuál de los dioses puede procurártelo, salvo la Muerte? Ocuparás los apartados rincones de la costa de Eubea sepultado en una tumba digna de recordación, por la zona donde estrechan las angosturas del mar la rocosa Caristo y RAMNUNTE, que da culto a divinidades enemigas de los altaneros.


Escena segunda

Tras la derrota de Farsalia, Pompeyo se reencuentra con su esposa y su hijo y el resto de sus tropas embarcadas . Pone rumbo hacia Egipto…y junto a la costa, se le acerca en una pequeña birreme el pelotón de asesinos y, con el pretexto de que el reino de Faros estaba abierto para el Magno, le invitan a bajar desde su nave de alto bordo al pequeño esquife….Cuando se dispone a cambiar de navío, le saluda desde el esquife un soldado romano, Septimio, que -¡oh vergüenza para los dioses!- portaba las deshonrosas armas del rey, como satélite suyo, hombre cruel, violento, abominable, y menos comedido en la carnicería que cualquiera de las fieras…
Una vez que el funesto Aquilas le hundió en el costado la punta del acero, el Magno no acusó el golpe con ningún gemido ni volvió los ojos hacia el crimen, pone a prueba su valor en la hora de la muerte y da vueltas en su pecho a estas razones: "Atentas están las edades que nunca dejarán de pregonar los afanes romanos, y el tiempo venidero contempla desde todos los puntos del orbe esta barca y la perfidia de Faros…Podrán esparcir mi cuerpo y mutilarlo; soy, sin embargo, feliz, ¡oh celestes!, y ningún dios tiene poder para privarme de este sentimiento. La prosperidad cambia durante la vida, mas por la muerte no se hace uno desdichado".


Escena tercera


Cuando Julio César llega a Egipto y le presentan la cabeza de Pompeyo para congratularse con el vencedor, no pudo soportar el espectáculo y ordenó que fuera enterrada inmediatamente y dedicó, cerca de su tumba, un pequeño recinto sagrado delante de la ciudad, que se llamó recinto de NÉMESIS. Fue arrasado por los judíos durante el levantamiento contra el emperador Trajano que, una vez sofocada la rebelión.,lo restauró.
Se acuñaron algunas monedas con la representación de Némesis con iconografía distinta a las habituales. Aparece una figura femenina, alada, con un caduceo hacia abajo y, a los pies, una serpiente. Nihil novum sub sole


Las dos primeras escenas son adaptaciones del Poema de Marco Anneo Lucano, titulado FARSALIA.
Lucano, natural de Córdoba y en el seno de una familia con una brillante trayectoria literaria y política, fue condenado por Nerón cuando sólo contaba 25 años de edad..
>En el poema sobrevuela la idea de la “hybris” y, su consecuencia natural, la Némesis. ..
La escena tercera está recogida de Apiano

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