ELOGIO DE LA MESURA (2)
El mito de Némesis
El relato historicista de Hesiodo podría ser considerado el antecedente mítico de las modernas filosofías de la Historia como las de Hegel o Marx y, últimamente, la de Fukuyama : “El fin de la Historia y el último hombre”, subtitulada con expresión algo altanera: “La interpretación más audaz y brillante de la historia presente y futura de la Humanidad
Hesiodo nos describe los avatares de las cinco razas de hombres que han habitado la Tierra. La primera, una raza áurea creada por los dioses, vivió sin preocupaciones, sin fatigas, sin trabajos. No conocieron la vejez y morían como acunados por un sueño. Tenían toda clase de bienes y la tierra producía abundantes frutos sin intervención humana.
A continuación crearon una segunda de plata, muy diferente a la anterior en naturaleza e inteligencia. Se mantenían en una infancia centenaria y, al llegar a la juventud, vivían un corto espacio de tiempo con grandes sufrimientos por falta de experiencia, pues no podían apartar la temeraria “hybris”, ni querían rendir culto a los Inmortales.
El padre Zeus creó una tercera raza de bronce, nacida de los fresnos, terrible y vigorosa, sólo preocupados por la violencia y la guerra. La cuarta, más justa y mejor, raza divina de los héroes. A unos los aniquiló la malvada guerra luchando ante las puertas de Tebas. A otros en Troya. Sólo unos pocos fueron establecidos por Zeus en los confines de la Tierra; allí continúan viviendo felices en las islas afortunadas.
Y después, no hubiera querido yo estar – dice Hesiodo – entre los hombres de la quinta raza, de hierro. No cesarán sus agobios, sus fatigas, su miseria. Los hijos no se parecerán a sus padres; el huésped será ingrato con quien le ofrece hospitalidad así como el hermano al hermano. Despreciarán a los padres ni los cuidarán en la vejez. No se considerará al que cumple su palabra, ni al justo ni al bondadoso. La envidia campeará entre los hombres malvados.
Entonces, cubriendo su suave piel con blancos vestidos, se dirigirán Aidós y Némesis hacia la morada de los Inmortales, abandonando a los hombres a su suerte. No habrá remedio para el mal.
A pesar de su ingenuidad este relato ha inspirado muchas utopías; algunas son simples juegos literarios, pero otras, nacidas con vocación transformadora del mundo, de la vida y del hombre, han originado gigantescas obras de ingeniería social que convirtieron el siglo XX en un mundo de horror y sangre.
Así lo enjuiciaba el admirado Albert Camus : “ Olvidan la miseria de los arrabales por una ciudad radiante; la justicia cotidiana por una vana tierra prometida; desesperan de la libertad de las personas y sueñan con una extraña libertad de la especie; rechazan la muerte solitaria y llaman inmortalidad a una prodigiosa agonía colectiva. Entonces, cuando la revolución se convierte en ese mecanismo mortífero y desmesurado, se hace sagrada una nueva rebelión en nombre de la mesura y de la vida”
Parece inspirado por Némesis. Y así es.
El mito de Némesis
El relato historicista de Hesiodo podría ser considerado el antecedente mítico de las modernas filosofías de la Historia como las de Hegel o Marx y, últimamente, la de Fukuyama : “El fin de la Historia y el último hombre”, subtitulada con expresión algo altanera: “La interpretación más audaz y brillante de la historia presente y futura de la Humanidad
Hesiodo nos describe los avatares de las cinco razas de hombres que han habitado la Tierra. La primera, una raza áurea creada por los dioses, vivió sin preocupaciones, sin fatigas, sin trabajos. No conocieron la vejez y morían como acunados por un sueño. Tenían toda clase de bienes y la tierra producía abundantes frutos sin intervención humana.
A continuación crearon una segunda de plata, muy diferente a la anterior en naturaleza e inteligencia. Se mantenían en una infancia centenaria y, al llegar a la juventud, vivían un corto espacio de tiempo con grandes sufrimientos por falta de experiencia, pues no podían apartar la temeraria “hybris”, ni querían rendir culto a los Inmortales.
El padre Zeus creó una tercera raza de bronce, nacida de los fresnos, terrible y vigorosa, sólo preocupados por la violencia y la guerra. La cuarta, más justa y mejor, raza divina de los héroes. A unos los aniquiló la malvada guerra luchando ante las puertas de Tebas. A otros en Troya. Sólo unos pocos fueron establecidos por Zeus en los confines de la Tierra; allí continúan viviendo felices en las islas afortunadas.
Y después, no hubiera querido yo estar – dice Hesiodo – entre los hombres de la quinta raza, de hierro. No cesarán sus agobios, sus fatigas, su miseria. Los hijos no se parecerán a sus padres; el huésped será ingrato con quien le ofrece hospitalidad así como el hermano al hermano. Despreciarán a los padres ni los cuidarán en la vejez. No se considerará al que cumple su palabra, ni al justo ni al bondadoso. La envidia campeará entre los hombres malvados.
Entonces, cubriendo su suave piel con blancos vestidos, se dirigirán Aidós y Némesis hacia la morada de los Inmortales, abandonando a los hombres a su suerte. No habrá remedio para el mal.
A pesar de su ingenuidad este relato ha inspirado muchas utopías; algunas son simples juegos literarios, pero otras, nacidas con vocación transformadora del mundo, de la vida y del hombre, han originado gigantescas obras de ingeniería social que convirtieron el siglo XX en un mundo de horror y sangre.
Así lo enjuiciaba el admirado Albert Camus : “ Olvidan la miseria de los arrabales por una ciudad radiante; la justicia cotidiana por una vana tierra prometida; desesperan de la libertad de las personas y sueñan con una extraña libertad de la especie; rechazan la muerte solitaria y llaman inmortalidad a una prodigiosa agonía colectiva. Entonces, cuando la revolución se convierte en ese mecanismo mortífero y desmesurado, se hace sagrada una nueva rebelión en nombre de la mesura y de la vida”
Parece inspirado por Némesis. Y así es.
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